UN JOVEN QUE LEÍA A VIRGILIO

por **MARINA** Jue Mar 19, 2020 9:18 pm

¿La verdad? Sabemos MUY poco sobre la vida de este importantísimo dramaturgo, a muchos niveles el mayor responsable del concepto moderno de la tragedia en Occidente. Durante mucho tiempo, la oscuridad que se erigía en torno a su nombre llevó incluso a que se extendiera la creencia de que nunca hubo ningún Shakespeare, sino que este sería el nombre de una compañía teatral que firmase bajo este pseudónimo común. Sin embargo, la investigación filológica posterior parece haber llegado a la conclusión de que algunas nociones sí pueden ofrecerse tras el rastreo de las huellas del autor inglés. Así pues – y siempre a riesgo de equivocarnos – podemos afirmar que Shakespeare habría nacido en la primavera de 1564. De hecho, muchos aducen el dato exacto de que fue el 23 de abril, lo cual haría coincidir su nacimiento con el de Cervantes; en mi humilde opinión, esta coincidencia es demasiado sideral como para darla por cierta a la primera. Como de costumbre, la verdad absoluta no la tenemos (al menos, no de momento). Lo que sí es cierto es que tanto uno como el otro le dieron una vuelta astronómica al panorama literario occidental. Cervantes prácticamente inventó un género (ya había novelas antes de él – nada se les escapó a mis queridos griegos – pero no había novelas así; hechas por y para el entretenimiento puro y duro, largas y con un desarrollo profundo de personajes que cambian, van y vuelven, se pierden y se encuentran, historias secundarias, nadie había tratado así a la prosa). Y Shakespeare sencillamente revolucionó la tragedia. No inventó el teatro, no inventó la tragedia: pero sí trajo una nueva forma de entenderla, de plantearla… y por supuesto, de verla Smile

Es probable que esta sea la razón de que la Historia de la Literatura haya intentado tan desesperadamente ponerlos en líneas paralelas a la hora de estudiarlos.

Al parecer el joven Shakespeare dio sus primeros pasos y estudió sus primeras cosas en un mundo cerrado y rural, la villa de Stratford-upon-Avon. Shakespeare estaba junto su familia: era el tercero de ocho hijos (¡!) y su padre venía de ejercer un cargo importante en el pueblo (y de caer en desgracia por verse envuelto en un escándalo de corrupción a pequeña escala del que tuvo que escaparse como pudo). Él estudió en una escuela gramatical, donde la enseñanza se basaba fundamentalmente en el estudio de los textos antiguos escritos en latín. Sabemos que aquí fue donde Shakespeare conoció a Ovidio y a Virgilio, autores que le marcaron profundamente (y que pueden palparse en la belleza de su obra). Esa influencia se notará sobre todo en lo siguiente: el verso. Los romanos Ovidio y Virgilio escribían en un tipo de metro muy hermoso basado en los acentos. Cada verso – en latín da igual que rime o no – tenía que contar cinco acentos. El verso shakesperiano es igual, tiene cinco acentos, y se “canta” intentando marcar esos cinco acentos.

A los 18 contrajo matrimonio con una jovencita (Anne Hathaway) con muchísima premura. Es probable que influyera que ella estuviese embarazada (pura conjetura, por supuesto: ¿quiénes somos nosotros para juzgar las razones de William para tener el matrimonio como una veloz prioridad?). Fuera como fuera, poco después de eso y de tener tres hijos, William Shakespeare hizo algo sumamente extraño: desapareció. Sabemos que siguió en contacto con su mujer e hijos porque tenemos cartas de más adelante, en las que consta que llegó a a enviar dinero a su pequeña familia, la cual permanecía en Stratford-upon-Avon. Pero desde finales de 1580 hasta 1592 (casi una década) se pierde la pista del joven lector de Virgilio. Se habla de “los años perdidos”. No sabemos qué hizo ni dónde estuvo. En 1592 tenemos noticia de que ya estaba en Londres. ¿Qué pasó durante el interludio de casi una década? Por supuesto hay hipótesis: y muy pronto continuaremos con ellas…

Abajo la efigie más habitual de nuestro William.